Sabía que el Festival Centro
abriría con una bonita jornada, el “Día Radiónica”; por cuestiones económicas y
de logística, me quedé sin boletas para el festival pero las manillas que daba
esta emisora eran pases gratuitos para los oyentes. Sin
embargo, había un lío.
El lío: yo trabajo al otro lado de la ciudad, nunca pude coordinar tiempos para poder acercarme a las instalaciones de la RTVC en la capital colombiana. Me sentía perdida, quería ir y era en serio.
El lío: yo trabajo al otro lado de la ciudad, nunca pude coordinar tiempos para poder acercarme a las instalaciones de la RTVC en la capital colombiana. Me sentía perdida, quería ir y era en serio.
Era la primera vez que asistiría
a un Festival Centro. De 3 años para acá desde hace
tres años estoy sumergiéndome en el mood de toques, conciertos y presentaciones,
lo estoy adoptando poco a poco como mi estilo de vida, era algo que por diversas
circunstancias nunca podía terminar de concretar pero este año empezaba con una
oportunidad más de disfrutar de días llenos de música, mi pasión.
La inquietud.
Pensé en
mil posibilidades para conseguir la entrada hasta que un gran amigo me devolvió
la esperanza con un “tal vez te consiga una,
pero es una entrada sencilla”. Yo estaba más que feliz con la posibilidad y no
necesitaba otra entrada, por lo visto nadie me acompañaba me iba a acompañar en el empeño y la urgencia de presenciar los tres shows que
tendrían lugar ese día: Diamante Eléctrico, Los Petit Fellas y Árbol de Ojos,
los tres colombianos, talentos de la casa, sorpresas de las buenas en la escena
musical emergente.
La felicidá
Un día antes me entero de que
tengo la manilla y soy feliz de verdad; ese día,
antes del evento, voy a la Revista Shock por la manilla para el día
miércoles; el día que primero agotó los abonos, era el día en el que se
presentarían Los Bunkers (Chile), otra banda que deseaba en serio ver. La Revista
Shock obsequió algunas manillas vía Twitter
y yo gané la mía. Estaba feliz, ya tenía dos días asegurados y la semana
pintaba bonita.
Llegó el martes esperado, trabajé
con mucho ánimo, salí y me dormí en un colectivo que decía “Germania” en
el aviso. El camino se me hizo interminable por esa carrera Séptima, quería
llegar cuanto antes, tenía más de un motivo para desear llegar; con un papelito busqué la dirección
de la fundación Gilberto Alzate Avendaño, hacía dos años que no iba por allá y
no tenía idea. Llegué, hice una llamada y vi al autor de mi felicidad de ese
día, me alegró (mucho) verlo y me alegró su abrazo y su regalo, era mi manilla.
La hora
Saludé amigos, nuevos y de hace
rato, todas las mismas caras que de un tiempo para acá he visto en los toques y
festivales, saludos que me llenan de felicidad, gente de autoridad, gente que
admiro, caras desconocidas, expectantes, todos sabíamos a lo que íbamos y yo
seguí feliz, con la misma expectativa de un
niño a punto de entrar a una juguetería, no sabría explicarlo. Todas esas cosas
se me volvieron causa de felicidad, como alimento, son formas de sentirme más cerca de lo que era o
de lo que soy, ya ni sé.
Diamante Eléctrico
Entré al auditorio, me ubique en
la tercera fila, estudié los ángulos, quería ver las bandas de cerca y en una panorámica
perfecta, no quería perderme de nada. Salieron Los Diamante Eléctrico, y
estallaron con ese rock and roll fuerte y burbujeante, llenaron el lugar, esas
ondas lo llenaban todo, como siempre hacen cuando tocan y sueltan esa pasión en
cada compás.
Diamante Eléctrico: Izquierda: Daniel Álvarez (guitarra), Centro: Juan Galeano (frontman/bajo) Dereha: Andee Zeta (Batería) |
Sonó una canción tras otra, yo bailaba en la silla, miraba con detalle, vibraba, me sorprendía, como si fuera la primera vez que los viera; y sí, cada vez que los veo (porque sigo de cerca esta banda por motivos de la vida, de la amistad y de los grandes afectos) era efectivamente la primera vez que los veía, siempre son una banda nueva para mí, cada vez los veo más poderosos y claros, fuertes. Todos bailábamos en las sillas, aplaudíamos, yo miraba para atrás para ver las caras de los asistentes, nadie quitaba la mirada del escenario:
“Somos el Diamante Eléctrico,
somos una banda relativamente nueva, pero hace rato estamos en la calle, en la
música y estas son nuestras historias” –Dejó bien claro Juan Galeano, el frontman de esta banda, que huyó de todo
para hacer un rock valiente, rebelde y atrevido, con alma y esencia. Fuerte.
Esa tarde, no tener Smartphone
valió la pena, si de no quitarle de encima los ojos a ese Diamante se trataba. No
importaba: finalmente ya venía deslumbrada con ese gran brillo.
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